El gobernador Javier Duarte de Ochoa
enfrentará en los siguientes meses una tarea de enormes proporciones para
restañar heridas, recuperar la agenda de comunicación, mejorar ante la opinión
pública y colocar su proyecto político en los rieles de una sucesión exitosa.
Para ello, tendrá que ampliar su
territorio de influencia y tener un mayor contacto con los grupos políticos
locales y regionales, atraer mediante apoyos de diversa índole a los
ayuntamientos que sobrevivirán un año su gestión y recuperar el terreno perdido
en ámbitos que ni sus funcionarios han atendido, sea por pereza, incapacidad,
falta de visión o extremada precaución para no perder bonos en temas
peliagudos.
Es sabido que su movilidad como autoridad
en los primeros tres años de su gobierno se ha limitado a menos de la mitad de
los municipios veracruzanos; incluso, es posible detectar aquellas
demarcaciones municipales que más ha frecuentado, entre las que podemos citar,
además de la que sirve de asiento al poder estatal, a la zona conurbada
Veracruz-Boca del Río, Coatzacoalcos, Tuxpan, Poza Rica y la zona
Córdoba-Orizaba.
Como dato, nunca ha visitado como
gobernador el municipio de Martínez de la Torre por la presencia, hasta
diciembre pasado, de un alcalde rijoso, alineado a Miguel Ángel Yunes Linares;
cuando fue a la región a conocer del impacto de los fenómenos meteorológicos
prefirió convocar la reunión en el municipio de San Rafael.
Si con los recientes cambios en su
gabinete se intuye el banderazo para preparar los comicios federales de 2015 y
la sucesión gubernamental de 2016, Javier Duarte deberá apretar tuercas entre
sus colaboradores, la mayoría de los cuales se han mantenido en sus agendas
políticas personales, y tomar como propios los temas de mayor presión política,
con visión de estadista, dejando a sus operadores la confrontación y el
discurso riñonudo.
Lo que se observa es una estrategia nueva
que podría permitir ver a un Javier Duarte que ya no esté entrampado en los
discursos de la seguridad y las inversiones privadas, sino yendo directo al
terreno de los hechos con ánimo de escuchar a sus interlocutores.
Cambios
y enroques, ¿qué sigue?
Consumados los cambios y enroques en el
gobierno estatal, en los siguientes meses los temas que deberán ocupar no solo
la tarea de difusión sino, principalmente, la de ejecución, serán los de cambiar
la percepción sobre la seguridad, atacar la impunidad, asegurar la
transparencia en el uso de los recursos estatales, fortalecer la inversión
pública y propiciar un mayor clima de democracia.
No son tareas menores. Uno de los puntos
que propiciaron el histórico quiebre entre gobierno y medios de comunicación, a
más del trato despótico y persecutorio, fue el creciente clima de inseguridad
sufrido por la población pero que ha resentido el propio gremio periodístico.
Tanto el área de prevención del delito,
que ha tenido apoyos históricos con enormes flujos financieros hacia la
Secretaría de Seguridad Pública (que no se han reflejado en una disminución de
la comisión de delitos), como la de procuración de justicia, tendrán una tarea
mayúscula, si sus titulares quieren ya no digamos servir a los veracruzanos
sino, al menos, a su jefe el gobernador.
La alerta lanzada por la aprobación de la
cuenta pública 2012, en que se detectaron irregularidades en el ejercicio
presupuestal de su gobierno, deberá ser atendida de inmediato para disminuir en
los siguientes años notas negativas. Hay que recordar que la propia Auditoria Superior
de la Federación detectó en Veracruz para ese mismo año fiscal irregularidades
que deberán solventarse ante esa dependencia, más lo que deba aclararse en el
Orfis.
Una buena medida sería llamar a cuentas
judicialmente a los funcionarios que traicionaron la confianza del gobernador,
como el exsecretario de Comunicaciones, Raúl Zarrabal Ferat, protegido ahora
por el fueron que le confiere su cargo como diputado local. Y lo mismo para
todos aquellos funcionarios que hayan puesto en duda la honradez entre los
hombres del gabinete.
Colateralmente, aunque esto tiene un
mayor nivel de dificultad, se debe fortalecer la inversión pública en obras
requeridas por los veracruzanos, cuidando que los recursos sean aplicados con
apego a los principios de honestidad.
Y en cuanto al tema de la democracia,
nada como establecer una comunicación efectiva y permanente, lo que no solo se
puede cumplir mediante un viraje en la relación con los medios, sino mediante
una relación más cercana con la población.
Aún hay tiempo para ello.
Con
Alberto Silva Ramos, un nuevo estilo
Ni duda cabe que la llegada de Alberto
Silva Ramos a la Coordinación General de Comunicación Social del Gobierno del
Estado permitirá un cambio de 380 grados en el manejo de la relación del
gobernador Javier Duarte con la sociedad, a través de los medios de
comunicación.
No solo
es un político sensible y dialogante. También es un personaje al que el
gobernador le tiene plena confianza y forma parte del proyecto político con que
se busca lograr una sucesión favorable al equipo gobernante y al partido en el
poder.
Esa circunstancia permitirá atemperar los
propios impulsos del gobernante y abrirá el portón para que se logre la
comunidad con los medios de comunicación, a últimas fechas tan quebrantada.
Las primeras acciones del nuevo vocero
permiten adelantar cambios significativos que mejorarán la comunicación
institucional, sobre todo porque, a su lado, Silva Ramos ha logrado atraer a un
periodista crítico y conocedor de los medios, Filiberto Vargas, quien tendrá el
fuerte compromiso de aterrizar los nuevos modos con que se busca fraguar una
alianza respetuosa con los comunicadores.
Una de las primeras tareas que deberá
afrontar Silva Ramos, sin embargo, es lograr que lo dejen llevar la oficina sin
intromisiones groseras y desconcertantes, que alimentaron una especie de juego
de gallina ciega en el tramo que le correspondió a la ahora Secretaria Técnica,
Gina Domínguez Colío.
La más importante, desplazar del diseño
de “estrategias de comunicación” alternas a gente como Rubén Aguilar
Valenzuela, exvocero de Vicente Fox Quezada durante su paso por la Presidencia
de la República, y que no solo ha significado una fuerte sangría en los
recursos de la entidad sino disparatadas y ocurrentes tácticas que en nada
sirvieron para mejorar la imagen del gobernador Javier Duarte.
Alberto Silva Ramos debe tomar el control
absoluto del diseño y aplicación de la comunicación institucional, primero,
para lograr un trabajo coherente y continuado y, segundo, para ubicarlo como el
responsable del éxito o el fracaso en la encomienda.
Rubén Aguilar ha sido una nulidad no solo
en el ámbito local, para cuya prensa ideó mecanismos de contención y
persecución, sino también en el ámbito que supuestamente domina, el de la prensa
nacional, donde le ha ido de mal en peor al gobernador Javier Duarte.
Ojalá que Duarte se quite las
sanguijuelas que tanto daño le han hecho a su gobierno y a su presupuesto.
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