No querían asustarlo ni obtener dinero a
cambio de su rescate. Su objetivo era matarlo, y lo hicieron. Luego de casi una
semana de búsqueda, ayer fue hallado su cadáver en una casa de seguridad en Las
Choapas, en una fosa clandestina.
No estaba solo. Junto a su cuerpo fueron
hallados los de otras dos personas. Gregorio Jiménez de la Cruz se suma a la
muerte de nueve compañeros que se desempeñaban como trabajadores de los medios
de comunicación. Veracruz se ha convertido en el peor infierno para los
periodistas.
Que fue mandado a asesinar por una vecina
que le tenía encono; que tanto ella como los dos autores materiales y un
cómplice (a quienes les pagó 20 mil pesos por el trabajo) habían sido detenidos
y anoche seguían declarando ante el Ministerio Público, es algo que todos
recibimos con total escepticismo.
No había más detalles al momento de
redactar estos comentarios. ¿Por qué le tenía coraje? ¿Cuántos recursos tenía
que le permitieron contratar a sicarios? ¿Estaba Teresa de Jesús Hernández Cruz
vinculada con el crimen organizado? ¿El móvil fue su trabajo periodístico?
Si no fue su trabajo la causa de su
homicidio, sí fue la razón de una amplia movilización policiaca que, sin
embargo, no logró rescatarlo con vida. ¡Cuántas personas más en la entidad han
sufrido la misma violencia y siguen perdidas tras el silencio de la impunidad!
Era claro que no lo habían secuestrado
para pedir dinero por su liberación. Tampoco para amedrentarlo. Desde el inicio
fue indudable que lo habían levantado para quitarle la vida. Tan fuerte
determinación no puede ser producto de un enojo común y corriente.
Pensar que las razones esgrimidas por la
asesina intelectual provienen de cosas cotidianas dibuja a un Gregorio Jiménez
malandrín. Me niego a aceptar esa hipótesis.
No digo más porque no tengo a la mano la
versión completa de la Procuraduría General de Justicia. Me limito a comentar
que el manejo en torno a su caso este martes fue desastroso.
Lo primero que salta a la vista es la
forma tan irresponsable como el diputado local por Martínez de la Torre,
Eduardo Sánchez Macías, abordó el tema. Lo menos que debe hacer es pedir una
disculpa pública.
Cuando por la mañana en las redes
sociales se manejaba la información de que había sido encontrado con vida,
antes de que surgiera la versión oficial el secretario de la comisión de Apoyo
a Periodistas del Congreso local acudió a la sala de prensa a declarar que,
según información proveniente de sus reporteros en El Heraldo de Coatzacoalcos,
podía confirmar sin temor a equivocarse que Gregorio había sido hallado vivo.
Los medios digitales difundieron la
declaración que, momentos después, era desmentida por la Coordinadora General
de Comunicación Social, Gina Domínguez. La vocera dijo una frase lapidaria: no
sabía de dónde había sacado esa información el diputado. Sánchez Macías actuó
con la misma irresponsabilidad que se atribuye a las redes sociales.
Para mayor molestia, la información sobre
el hallazgo de Gregorio en una fosa clandestina junto a la de otros cuerpos, y
la detención de cuatro implicados, salió primero en medios nacionales. Como si
el mayor interés no estuviera centrado en la entidad.
Me uno a la indignación general de mis
compañeros de prensa. No queda más por escribir.
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