Aunque los pobladores siempre se imaginan los
malos manejos administrativos de sus autoridades municipales, basta con que
dejen el puesto a sus sucesores para que se hagan evidentes desde fallas e
ineficiencias hasta verdaderas pillerías y simulaciones.
Por estas fechas, los
nuevos alcaldes están abonando a que la opinión pública se dé cuenta de ello,
porque lo que han recibido, en muchas ocasiones, no tiene ni pies ni cabeza.
Pese a que se maneja en los
medios de comunicación que el traslado de poderes en los municipios
veracruzanos ha sido tersa y apegada a la ley, lo cierto es que muchos
presidentes municipales están pasando por problemas serios, desde laudos
laborales que no cubrieron sus antecesores y que les han quedado como una
herencia maldita hasta arcas vacías o, de plano, ningún documento de
entrega-recepción.
El primero de enero pasado,
muchos alcaldes fueron recibidos con las oficinas tomadas por trabajadores que
no recibieron sus quincenas de diciembre ni su aguinaldo. Otros, como el caso
de Alvarado, solo con las llaves del edificio en las manos. Hay quienes
prefieren esperar a hacer una diligencia notarial para evitar cargar con el
muerto.
Más de la mitad de los municipios
actuaron con opacidad, se negaron a proporcionar la información que se les
solicitó. Luis Ángel Bravo Contreras, consejero presidente del Instituto
Veracruzano de Acceso a la Información (IVAI), asegura que autoridades de al
menos 108 ayuntamientos podrían ser denunciados penalmente por incumplir con la
Ley de Transparencia.
Y esa es otra herencia para
los que comenzaron funciones el 1 de enero, porque la obligación perdura sin
importar quién se encuentre al frente de la institución. Entre los
ayuntamientos involucrados se encuentran los de Coatepec, Boca del Río y
Coatzacoalcos.
Las arcas
municipales como patrimonio personal
Es tradición que los alcaldes, una vez
entronizados en la silla municipal, dispongan de los recursos humanos,
materiales y financieros del ayuntamiento como si fueran propios.
Se convierten en los nuevos
ricos del pueblo, ellos y su familia se pasean en vehículos de lujo comprados
con recursos municipales, son transportados por choferes incrustados en la
nómina, tras de ellos va un ejército de guaruras y tinterillos, los gastos
domésticos se cargan a la tesorería y, en la mayoría de los casos, negocios personales
son financiados a gasto perdido con dinero municipal.
Si eso pareciera un abuso,
más lo constituye el hecho de que constituyan empresas fantasmas, registradas
bajo prestanombres, para concursar la obra pública y, por supuesto, ganarla,
sin correr el mínimo riesgo de ser supervisadas por ninguna autoridad
Cuando salen, son capaces
de llevarse hasta el escritorio en el que trabajaron y, por supuesto, motores,
llantas, mobiliario y vehículos que no pagaron con su chequera, y un ejemplo
claro fue el que encontró esta semana el alcalde de Martínez de la Torre,
Rolando Olivares Ahumada, en el parque de maquinaria heredado por José de la
Torre Sánchez. Patrullas y camiones para recolección de basura parecían restos
de criaturas prehistóricas, sin llantas, sin motor, sin asientos.
En Tlapacoyan y San Rafael,
los trabajadores pusieron en menudo brete a los alcaldes entrantes. En el
primero de los municipios, la exalcaldesa Nayeli Jarillo no entregó los
recursos a los trabajadores despedidos, según laudo favorable, y se amparó con
el cuento de que su tesorero se los había clavado antes de desaparecer como vil
delincuente. En el segundo, el exalcalde Rogelio Capitaine dejó sin paga a sus
trabajadores.
Pero apenas constituyen una
milésima parte de los problemas que subsisten en la mayoría de los
ayuntamientos veracruzanos.
Muchos han podido comenzar
a tambor batiente, si bien con acciones que requieren financiamientos de poca
monta. Han limpiado sus cabeceras municipales, han implantado programas de
bacheo, recogido chatarra, arreglado parques y jardines. La gente siente la
diferencia.
Otros, sin embargo, solo
han acudido a actos públicos, se han tomado la foto en la fila para el pago del
impuesto predial, han nombrado a su equipo en sesiones de cabildo, pero no han
emprendido ninguna acción que haga la diferencia, como es el caso del alcalde
de Xalapa, Américo Zúñiga. Muchos lo podrían justificar por el desastroso paso
previo de Elizabeth Morales, pero la imaginación puede ayudar cuando faltan
recursos.
En fin,
que los ayuntamientos avanzan, unos como viejas locomotoras de vapor; otros,
como modernos trenes eléctricos, pero los más se encuentran varados a la mitad
de la nada.
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