El sector educativo de Veracruz parece fuera de control. En la efervescencia de los últimos dos meses, lo mismo intervienen funcionarios que líderes sindicales, políticos que descansaban en la banca y mecenas a contratiempo.
Todos se suben a la tribuna para mostrar sus malquerencias, estropear la investidura de contrarios, exigir que las autoridades nombren jefes a modo, demandar el pago de deudas añejas, poner en entredicho la calidad de instituciones educativas, rearmar equipos políticos, salir del obligado ostracismo para decir su palabra, ventilar en los medios asuntos que podrían dirimirse en privado si tuvieran una cabeza que pudiera sentarlos y remediar sinsabores.
Ante la falta de liderazgo político que ha mostrado el secretario de Educación, Adolfo Mota Hernández, los funcionarios educativos y los dirigentes sindicales han optado por llevar sus riñas al escenario mediático, donde se están dando con todo, en detrimento de sus propias figuras, instituciones y organizaciones.
Lo grave es que la educación parece poco importar a los que se han subido al ring de las recriminaciones políticas y no parece que en lo inmediato pueda apaciguarse el borlote. No hay quien lo haga, ciertamente, y sería políticamente negativo para la SEV que el gobernador Javier Duarte de Ochoa tuviera que intervenir para apagar las hogueras.
Luego de la decembrina ofensiva orquestada por el ahora rector de la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, Guillermo Zúñiga Martínez, en contra de instituciones educativas, incluida la máxima Casa de Estudios de Veracruz, en su afán de presionar al Congreso para la obtención de un buen presupuesto para su proyecto, las reacciones no han parado de estremecer las bocinas de los medios electrónicos y de gastar tinta en los impresos.
¿Fue una estrategia del más alto nivel o simple calentura de quien se considera padrino político del actual titular de la SEV? Todo parece indicar que esto último lo explica todo.
Lo cierto es que, cada día, los veracruzanos amanecemos con noticia de nuevas escaramuzas. Este martes, por ejemplo, el dirigente de la sección 56 del SNTE, Ernesto Callejas Briones, ordenó a sus huestes tomar las instalaciones de la Dirección General de Bachillerato, porque en lo personal le parece una mala decisión encomendar el rumbo de esa oficina a Daniel Lugo Carrasco, como lo instruyó el secretario Adolfo Mota, con el previsible visto bueno de su superior inmediato.
Por lo visto, ni el titular de la SEV creyó conveniente cabildear una decisión que por supuesto le compete, ni al diputado local con licencia le interesa respetar el papel que le corresponde jugar en el sistema educativo, y es que su movimiento sorpresivo nada tiene que ver con la defensa de los derechos de sus agremiados.
Cuando la rueda gira, no hay manera de evitar su huella. En torno al tema de la UPAV, las cosas se han puesto color de hormiga, un escenario que ni en las previsiones más oscuras hubiera imaginado el gobernador Duarte, porque su intención ha sido contribuir a multiplicar los espacios en educación superior, no generar escenarios de incertidumbre y confrontación.
Y el primero en saltar, y ha mantenido su contraofensiva, es el rector Raúl Arias Lovillo, quien lo menos que ha dicho del nuevo proyecto es que carece de los elementos que le permitan asegurar la calidad educativa. ¿Cómo puede asegurar este elemento una institución que ni a presupuesto llega?, se ha preguntado el coatepecano. Estos diferendos innecesarios están poniendo muy caliente el debate, que es lo menos que debiera haber en el inicio mismo de una gestión administrativa.
¿Cuándo pondrá orden el titular de la SEV? Esperemos que pronto.
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