Varios colegas han comentado recientemente
sobre la vena literaria del secretario de Gobierno, Érick Lagos Hernández,
quien aprovecharía sus minutos de solaz para elaborar artículos que ven su
publicación en varios medios de comunicación.
Lo han hecho no sin cierta sorna, cuando
no han destrozado la prosa ineficaz para abordar temas que tampoco son de
interés para los lectores, sobre todo si consideramos sus funciones en el
aparato gubernamental.
Pero quién puede quitarle el deseo de
crear opinión, conociendo el mismo impulso (aunque con diferente tamaño) de su
padrino político, el exgobernador Fidel Herrera Beltrán, que sigue siendo
‘articulista invitado’ de varios medios y portales, y cuando uno de sus férreos
contrincantes por la candidatura al Gobierno del Estado, el senador Héctor
Yunes Landa, se viste de analista y juega al periodismo.
El problema de Érick Lagos (si bien no
podemos atribuir muchas luces a los textos yuneslandistas) es que quienes lo
conocen saben que el oriundo de Isla no escribe ni en defensa propia.
¿De quiénes son, entonces, los dedos que
tunden las teclas para elaborar los textos que firma uno de los herederos de la
fidelidad? ¿Quién engaña al secretario de Gobierno sobre falsas aptitudes de
escritor, con las que acaso quiere justificar el cobro de fuertes sumas de
dinero con cargo al erario? Eso no ha sido desvelado por los colegas.
Si los textos que aparecen periódicamente
bajo su firma en los medios no pueden ser reconocidos ya no digamos por su
calidad literaria sino ni siquiera por su respeto a una estructura lógica, una
buena sintaxis y una ortografía decorosa, en cambio quien está detrás de ellos
puede ser incluido como personaje de un relato de literatura negra de la
política.
El
amanuense de Lagos, periodista frustrado
Mario Daniel Badillo González,
coatepecano, no es un experto en periodismo. No ha destacado jamás por sus
luces en el arte de la escritura, pero en los últimos 20 años ha logrado
colarse en los puestos más apetecibles del gobierno veracruzano sin apenas
justificar su presencia ni el cobro de jugosos salarios.
Convencido de que como periodista iba a
morirse de hambre por falta de una pluma medianamente convincente, Badillo
González se acercó al entonces secretario particular del gobernador Miguel
Alemán Velazco, Roberto López Delfín, para solicitarle una beca de estudios en
España para hacer estudios de posgrado. Pasó dos o tres años en la Madre Patria
a coste del erario veracruzano y, a su regreso, quiso agradecer el gesto del
alemanista; ofreció los conocimientos recién adquiridos aunque, claro, a cambio
de un puesto de trabajo. Pronto demostró su ineptitud pero fue mantenido en el
escritorio que ya había abrazado con pasión del más oscuro burócrata.
Tal vez por eso, el último artículo
firmado por Erick Lagos, publicado el miércoles de esta semana, es una
desmedida loa a las reformas políticas impulsadas durante el gobierno de Miguel
Alemán quien, por cierto, hizo todo lo posible porque no llegara Fidel Herrera
Beltrán a la candidatura para sucederlo.
Lagos (o su otro yo) hace un paralelismo
entre las leyes propuestas para el reconocimiento del plebiscito, el referéndum
y la iniciativa popular en la reforma a la constitución local, en 2000, con la
Ley Federal de Consulta Popular, aprobada ayer por la Cámara de Diputados del
Congreso de la Unión.
La
carrera burocrática de Mario Daniel
Una vez que el Tío Fide fue designado
candidato, Mario Daniel Badillo González corrió a ofrecerle sus servicios para
la campaña, durante la cual nunca se despegó de la esposa del entonces
candidato, Rosa Borunda, con la que granjeó una benéfica cercanía.
Una vez ganada la contienda, el
coatepecano se fue al DIF. A los pocos meses, por influencias de la señora, fue
nombrado nada menos que Director General de Control y Evaluación en la
Contraloría General, con Susana Torres Hernández y, aún después de que esta
renunciara, nuestro personaje se mantuvo unos meses en la gestión de Clara Luz
Prieto Villegas, quien debió pedir su salida ante los graves conflictos que su
ineficacia e ignorancia provocó, alentado por el supuesto apoyo que le brindaba
el número uno.
Cualquiera hubiera dicho que en ese
trance se opacaría la ya debilitada luz de su estrella. Nada que ver. Se fue de
gerente del Hotel Xalapa, antes de asumir, casi al final del sexenio de Fidel
la titularidad de la oficina de Atención a Migrantes donde hizo un negocio
redondo.
Inventó el éxodo de cientos de paisanos
que vivían momentos duros en Ciudad Juárez, Chihuahua, asolada por el crimen
organizado; los trasladó en avión a Veracruz, con la oferta de empleo y
vivienda, les ayudó con la mudanza, hizo que sacaran sus nuevas credenciales de
elector y luego los anduvo llevando de un lado para otro hasta que vinieron las
elecciones y los convirtió en turistas electorales.
Los famosos ‘juarochos’, que habían
perdido en Chihuahua empleos, negocios y seguridad, fueron abandonados después
sin que se cumplieran las promesas. Sin embargo, nuestro personaje, el
amanuense de Erick Lagos Hernández, sí que obtuvo pingües ganancias con este
programa, lo que le hizo olvidar sus años mozos en que la perspectiva de ser
periodista lo hacía ver en una situación difícil por su nula capacidad para
escribir dos párrafos seguidos.
Cuando entró el gobernador Javier Duarte
de Ochoa, Badillo González vio la oportunidad en la Secretaría de Educación, al
lado de su paisano Adolfo Mota Hernández. Muy pronto habría de mostrar su
insana ambición: trató de convencer a Mota de que él tenía todas las de ganar
la alcaldía de Coatepec, donde el titular de la SEV tendría un aliado. Pero una
encuesta mandada a hacer por Mota Hernández mostró que a Badillo absolutamente
nadie lo conocía. Eso y su ineficacia hizo que Mota se lo quitara de encima.
¿A dónde va a parar? A la secretaría de
Gobierno, como asesor de Erick Lagos Hernández, a quien convence de que su
pluma lo hará famoso e influyente en los medios de comunicación. Esa es la
historia de los artículos del señor secretario.
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