Si quedaban dudas sobre la precariedad
financiera que sufrirán los estados del país en 2014, bastará observar lo que
le costará al gobierno de Enrique Peña Nieto el apoyo incondicional que recibió
del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el Congreso para aprobar por
inmensa mayoría el paquete fiscal (mal llamado reforma hacendaria) y el
presupuesto de egresos.
Porque
el PRD no ofrendó la cauda de sus votos y la defensa a ultranza del proyecto
peñista a cambio de nada. Su posición deliberadamente pro peñista y su defensa
de los beneficios sociales que ofrece una propuesta fiscal y de gasto que los
propios empresarios han criticado por evadir la responsabilidad del crecimiento
económico y afectar a los factores de la producción, no solo lo fortalece en el
ámbito del Pacto por México, también deja sin efecto una verdadera oposición en
el Poder Legislativo, abandonando a su suerte al Partido Acción Nacional (PAN)
que apenas ha podido vanagloriarse de tirar el IVA en colegiaturas.
¿Cuál
será el costo para el gobierno federal y cómo se dará la consecuente merma en
los recursos destinados a los gobiernos estatales, la mayoría de ellos
priistas? La respuesta está en el denominado Fondo de Capitalidad, recién
creado, que fortalece como nunca las finanzas del gobierno del Distrito
Federal, territorio que nuevamente se convierte en el más ganancioso de la
república.
En
efecto, los perredistas ven con satisfacción que su entrega a los brazos del
poder les permitirá consolidarse en su más fuerte bastión político, el DF, con
recursos de un fondo, el de Capitalidad (creado “para compensar los
desequilibrios que se tienen como capital del país”), que en el próximo año oscilarán
entre los 7 mil y los 9 mil 500 millones de pesos, los que se sumarán a cerca
de 700 millones del Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (FAIS)
que, por primera vez, incluye a la capital del país.
Por
supuesto, los perredistas han puesto en el tintero político la tendencia de
izquierda en la Ley de Ingresos que, en efecto, incorpora gravar las ganancias
obtenidas en la Bolsa Mexicana de Valores y una tasa progresiva del impuesto
sobre la renta (ISR) para que paguen más impuestos quienes ganen más dinero,
además de imponer impuestos a los alimentos chatarra.
Los
crecientes recursos de que dispone el gobierno de la ciudad de México más los
del Fondo de Capitalidad y del FAIS no saldrán de alguna chistera; tendrán que
tomarse de toda la canasta, lo que significa un sacrificio del resto del país,
que ya es histórico, y que significará menores posibilidades de desarrollo,
sobre todo si como este año la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP)
decide mantenerlos en el cajón y no invertirlos en los grandes proyectos que
necesita un país que se colapsa en muchas de sus regiones, señaladamente las
del sur y sureste.
La
caída dramática de la inversión pública este año ha sido uno de los más
importantes factores para la contención del desarrollo, al grado de ser
considerado como uno de los puntos que explican el haber llegado a la recesión
en el mes de septiembre.
¿BENEFICIA A VERACRUZ UNA PRESIDENCIA PRIISTA?
Hace ya muchos años que Veracruz es
perjudicado por los sucesivos gobiernos federales, mediante el bloqueo en el
flujo de capital público orientado a obras y acciones. La rencilla entre Felipe
Calderón Hinojosa y Fidel Herrera Beltrán, entonces presidente panista y
gobernador del PRI, llevó al casi absoluto cierre del flujo de recursos
federales orientados a obras de gran calado en materia de infraestructura de
comunicaciones, proyectos productivos e, incluso, atención a los desastres
naturales.
La
fama del cuenqueño de usar todo tipo de recursos en beneficio de su bolsillo y
de la promoción del PRI, aunado al constante choque con el presidente panista,
llevaron a los veracruzanos a la situación de rascarse con sus propias uñas
porque mientras en el gobierno estatal se llevaban buena parte de los recursos
públicos para satisfacer ambiciones personales y políticas, en el federal se
bloqueaba la mayoría de los flujos financieros hacia Veracruz para evitar que
se alimentara la ambición desmedida del gobernador priista.
En
los pasados comicios locales, el PRI insistió entre los votantes sobre la
ventaja de elegir a alcaldes y diputados locales de ese partido con el
sambenito que de esa manera se cerraría la pinza y le iría bien a sus
comunidades. Pese a que la realidad no era benévola con esa tesis, se señalaba
que ya había Presidente de la República y Gobernador priistas y que con un
alcalde de ese partido las cosas marcharían de maravilla. Y muchos se la
creyeron.
La
realidad es que no podemos tener un Presidente más alejado de Veracruz que
Enrique Peña Nieto, incluso más que Felipe Calderón, y que muy difícilmente el
Gobierno de Veracruz, con la grave deuda que heredó y no ha logrado superar, al
menos en sus efectos más perniciosos, podrá atender las necesidades de los
ayuntamientos, incluso aquellos gobernados por el PRI.
La batalla por atraer
recursos para obras prioritarios en los ámbitos locales entre los 212
ayuntamientos veracruzanos será igual e, incluso, menos intensa que la que
protagonizarán los estados del país por lograr que al menos las obritas
comprometidas por el hoy mandatario durante su campaña sean cumplidas lo más
pronto posible.
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