Pese al insufrible y desalentador periodo
que vive el municipio de Xalapa, en que no se sabe si caerá en el infierno o se
mantendrá en el purgatorio, con marchas cotidianas, arreglos viales que nunca
terminan, hoyancos peligrosos en sus principales avenidas, basura por todos
lados, incapacidad de los agentes viales
para controlar el tráfico vehicular, desprecio por peatones y ciclistas y, pese
a ello, repito, la semana pasada vivió un inusitado incremento en materia
turística y una luminosidad que contrastó con los aciagos y tempestuosos días
previos.
En efecto, la enorme capacidad del Hay
Festival para reunir en solo cinco días a estrellas importantes en el mundo de
la literatura, el periodismo, la música y las artes plásticas y escénicas, no
solo fue un motivo de regocijo para los locales sino que motivó a muchos
mexicanos a moverse a Xalapa que, temporalmente, se convirtió en la capital de
la cultura en el país.
No obstante que por problemas de salud no
acudió a su cita el poeta antillano Derek Walcott, Premio Nobel de Literatura
1992, en cuya ausencia se leyeron tres de sus poemas y se proyectó un largo
documental sobre su vida y obra en la isla de Santa Lucía, los demás personajes
programados sí acudieron, como el caso de Jody Williams, Premio Nobel de la Paz
1997, quien mostró con su español casi perfecto la necesidad de luchar contra
la impunidad, palabras que cayeron como plomo caliente en un país y un estado
donde ese aliciente para la mayor criminalidad (que los delitos queden impunes)
marca la historia más reciente.
Aunque de las ciudades más importantes de
la entidad es la que recibe el respaldo más débil por parte del gobierno
estatal, lo que se ha convertido en un apotegma político en las últimas
décadas, Xalapa mantiene un encanto que parece perder y recuperar con cada
alcalde o alcaldesa, pese a que todos ven en ella la oportunidad de hacer
negocios a trasmano, destinando recursos para pequeñas obras de relumbrón,
cuando no verdaderos esperpentos que desplazan groseramente la arquitectura
vernácula.
Aunque pocos, porque el festival va en su
tercera edición, nunca como en el de este año se ha visto el desplazamiento de
personas de diversos rumbos del país y el extranjero dispuestas a hacer un
viaje difícil para llegar a nuestra capital para ver en pocos días y en un mismo
sitio a poetas reconocidos, destacados novelistas, periodistas famosos por
haber incluso tirado a un gobierno norteamericano o, siendo jóvenes, relatar a
través de crónicas el clima de violencia que viven México, Centro y Sudamérica;
escritores consagrados como Sergio Pitol, quien recibió un merecido homenaje
por sus 80 años de vida productiva.
Yo mismo conocí de manera directa la
experiencia de tres personas que vinieron desde Valle de Bravo para acudir al
Hay Festival y, de paso, disfrutar del que ellos mismos confesaron es el
segundo museo de antropología más importante del país. Como ellos, muchos
vinieron a nuestra ciudad, donde el Hay Festival no llegó a inaugurar una
vocación sino que se ha mantenido justamente porque esa vocación cultural
existe desde hace muchas décadas.
NUESTRA
AVEJENTADA
INFRAESTRUCTURA
Es cierto que cuando se reúnen los
creadores y los consumidores de arte y cultura cualquier sitio es bueno para
crear el milagro de la comunicación y la retroalimentación. Muchos festivales
culturales se realizan en sitios en que la calidez la producen los
participantes; muchas fiestas populares en el estado se desarrollan bajo el
manto de la noche y sobre el piso pelón, y se vuelven memorables porque, pese a
esas condiciones (incluso, gracias a ellas), la comunión de los participantes
hace posible la transmisión de saberes y placeres que solo la cultura puede
atender.
Pero si hablamos de una ciudad que por
más de ocho décadas ha sostenido a la orquesta sinfónica decana en el país, que
se hizo famosa por la presencia en sus salas de músicos de la talla del
chelista español Pablo Casals y de Mstislav
Rostropóvich, quienes pusieron bandera a la ciudad en el mapa mundial en 1959 al
participar en el Festival de Música Pablo Casals y en el segundo Concurso
Internacional de Violonchelo, entonces algo debe hacerse por parte de nuestras
instituciones culturales y gubernamentales.
Que se invierta mucho dinero
público en respaldar la vocación turística del Puerto de Veracruz y su zona
conurbada con Boca del Río; que se respalde a Coatzacoalcos como un importante
polo de desarrollo industrial y portuario; que se mejore la vialidad en la zona
conurbada de Córdoba-Orizaba, un centro industrial importante en la ruta
Veracruz-Ciudad de México. Todo ello está bien. Pero hace mucho que los
gobiernos estatales casi solo aportan fuentes de empleo burocrático junto con
las incomodidades que resultan de tener a la ciudad como el centro político del
estado, pero han dejado en un tremendo rezago.
Si eso es evidente en materia de
vialidades y servicios públicos, lo es más en infraestructura para la cultura. Fuera
de las dos salas del Teatro del Estado, El Ágora de la Ciudad, el Museo de
Antropología y la eterna inacabada sala de conciertos de la UV en el Campus
para la Cultura, las Artes y el Deporte, todo lo demás son espacios
improvisados a los que no se les da un tratamiento para adecuarlos a las
exigencias de sus propósitos.
Si bien la Feria del Libro
Infantil y Juvenil tiene como su nicho el Colegio Preparatorio de Xalapa (o
Prepa Juárez), sin posibilidad de ampliar sus espacios, en cambio, la Feria
Internacional de Libro Universitario (FILU), que organiza la Universidad
Veracruzana, ha debido experimentar con varios sitios, desde la Unidad de
Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) hasta la antigua Casa de
Artesanías, pasando por el edificio que antes era el Museo del Transporte y hoy
ocupa el DIF para sus oficinas estatales, y el campo de beisbol de la UV.
Por añadidura, pese a que el
Gobierno del Estado cedió a la UV la Casa de Artesanías, hoy denominada Casa
del Lago (recordando a la original de la UNAM en Chapultepec), para que se convirtiera
en una extensión de las actividades que realizan las facultades del área de
artes (música, danza, teatro, artes plásticas), lo cierto es que el lugar se
mantiene igual que siempre: sombrío, descuidado, olvidado y con una acústica
espeluznante. Durante el Hay Festival asistí a una lectura de poesía en que
participaron seis escritores de México, Cuba. Argentina, Perú y España,
justamente en el salón de ese recinto, y se escuchaba más nítidamente la música
grupera y tropical que emitían las bocinas de un negocio cercano que las voces
de los ilustres invitados.
Por aras del destino, antes de
contar con un recinto adecuado para las diversas actividades culturales masivas
que se suceden a lo largo del año, la ciudad contará con un ¡velódromo!, donde
se desarrollarán las competencias de ciclismo de los Juegos Centroamericanos y
del Caribe, y que nunca más servirá para su propósito original.
NO HAY MUCHA ESPERANZA EN EL MEDIANO PLAZO
Es inútil pensar que esta
situación podrá revertirse en el mediano plazo. Si ha habido inversiones en el
denominado corredor cultural que va del Parque Juárez al Paseo de los Lagos,
ello ha sido posible no por el entusiasmo del ayuntamiento de Xalapa o el esfuerzo
del gobierno estatal sino porque hubo recursos etiquetados del gobierno federal
que, eso sí, fueron atinadamente gestionados desde el ámbito local.
Desgraciadamente, las nuevas
autoridades se alejan cada vez más de los grupos de profesionistas y de amantes
de la ciudad, quienes hace mucho tienen en vilo proyectos para mejorar la
imagen citadina. Desde la gestión de David Velasco Chedraui, que inició el
proyecto financiado por el gobierno federal, las obras se realizan exclusivamente
al (mal) gusto de las autoridades municipales.
Ahora mismo, el Paseo de los
Lagos se está convirtiendo más en un sitio para plantar ferias comerciales que
en un paseo para que los xalapeños hagan ejercicio en un ambiente seguro y rodeado
de prodigiosa vegetación. Las lámparas colocadas frente a la entrada de la Casa
del Lago se han convertido en estructuras sin uso, meros tubos que podrían usarse
para practicar Pole Dance, de no ser porque su instalación es endeble.
Aunque se ha repetido cada vez
con mayor desgano la propuesta de los empresarios locales para contar en Xalapa
con un centro de convenciones, lo cierto es que ninguno de los gobernadores que
han recibido el proyecto se ha entusiasmado por gestionarlo.
Así que no hay esperanza.
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