jueves, 25 de marzo de 2010
En educación superior, usamos taparrabo
José Narro Robles, rector de la UNAM, siempre baja de su sueño primermundista a los voceros del gobierno federal.
Al dirigente de la mayor universidad pública de América Latina no le tiembla la voz cuando observa la condición en que se halla nuestro país en materia educativa, particularmente en educación superior.
Mire usted los datos escalofriantes con que nos ofreció en estos días, según nota publicada en el periódico El Universal: México registra uno de los niveles más bajos en cobertura educativa, incluso por debajo de países con menor desarrollo.
Además, nos hallamos lejos de naciones como Brasil, que invierte tres veces más en este rubro: sólo la Universidad de Sao Paulo forma a más profesionistas con grado de doctor que todas las universidades de México
Apenas cubrimos el 27 por ciento de los jóvenes en edad de ir a una universidad, por lo que ostentamos un nivel inferior al de América Latina e, incluso, de naciones con un menor desarrollo económico.
Y lo más grave (si puede haberlo): “En la generación de nuevos conocimientos hay un pendiente aún mayor. Si revisamos resultados de exámenes internacionales, de los índices de competitividad, sin duda en materia de calidad se tienen que dar pasos hacia adelante”.
Y eso duele, sobre todo del lado de la economía y del desarrollo, aunque el gobierno federal se empeñe en no verlo.
Nuestros niveles de competitividad como nación caen drásticamente año con año, debido principalmente a la ausencia de una política de Estado que respalde, como punto prioritario para el desarrollo, la elevación de nuestros niveles educativos.
Narro ha reiterado en esta alerta desde que asumió la rectoría de la UNAM.
Apenas en octubre pasado, en Oviedo, capital de Asturias, en el marco de la recepción del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades a la UNAM, Narro Robles había dicho:
“Sin ciencia propia, sin un sistema de educación superior vigoroso y de calidad, una sociedad se condena a la maquila, a la medianía en el desarrollo”.
Y tiene razón.
Narro dijo otra verdad:
“Para el ser humano, el conocimiento siempre ha sido importante, pero ahora es fundamental. No hay campo de la vida en el que no influya el saber. Por esto preocupa tanto el desinterés de algunos en la materia, como que en muchos sitios no sea una prioridad o que se le escamoteen los recursos para su generación y transmisión”.
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