miércoles, 17 de marzo de 2010
¡Ah, que don Quintín!
No sabemos si el vocero de la Arquidiócesis de Xalapa, Quintín López Cessa, hace honor a su nombre. Lo cierto es que sus declaraciones muchas veces rayan en el harakiri.
Lo último ha sido comparar la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo en el Distrito Federal, con la posibilidad de autorizar legalmente la pederastia, cuando ha encabezado las acciones públicas necesarias para defender sin argumentos jurídicos a un sacerdote xalapeño encarcelado por el delito que él mismo repudia.
Y es que el sacerdote (que no padre, hasta donde sabemos), como el jabonero, cuando no cae resbala.
Critica que la tolerancia se esté entendiendo como la acción de respetar que los demás hagan lo que quieran, cuando hace años se documentan múltiples casos de pederastia, concupiscencia y abuso sexual contra niños y niñas, por parte de sacerdotes y altos dirigentes clericales que, amparados en la complicidad y secrecía, llevan a cabo impunemente sus actos aborrecibles.
Que se recuerde, nunca ha pronunciado enjundiosos fervorines en contra de sus compañeros de creencia.
Yo no estoy en contra de que los sacerdotes practiquen libremente sus preferencias sexuales y tengan parejas del mismo o diferente sexo.
El grave problema, que ya se ha ventilado en México y Estados Unidos y que hoy se debate en Alemania y Holanda con niveles de verdadero escándalo, con la sospecha de participación del propio hermano del Papa, es que los religiosos oculten sus naturales deseos sexuales cebándose con inocentes de formas tan criminales como escalofriantes.
Que no venga don Quintín con su discurso sobre el valor del matrimonio y la familia, cuando su propia Iglesia impide que sus sacerdotes formalicen sus relaciones de pareja, orillándolos a cometer actos de lesa humanidad.
Todavía más: nuestro colega comunicador dice que legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo hace las veces de mecanismo educativo, pues lanza el mensaje a los jóvenes que, según él, en un momento de sus vidas se sienten confundidos sobre sus preferencias sexuales, optarán por considerar que su confusión no es más que la constatación de su alternativa de vida.
La pregunta es: ¿no es la iglesia el mayor motor de ejemplos y compulsiones para enrarecer aún más qué es bueno y qué es malo en materia sexual?
El buen juez, por la casa empieza.
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¡Qué entrada, qué entrada! Jajajajajaja, ¡abrazos y besos!
ResponderEliminarFelicidades.
Nayma.-