miércoles, 18 de agosto de 2010
La maestra sí tiene quien le escriba
Durante los últimos meses, los previos a los comicios locales del 4 de julio, en que el partido de su propiedad tuvo tanto éxito en el país, la presidenta del SNTE (y propietaria del Partido Nueva Alianza, Panal), Elba Esther Gordillo Morales, se mantuvo alejada de los reflectores, operando desde lo oscurito, aflojando y estirando los hilos de la política electoral y tratando de que su desprestigio no afectara a sus candidatos y a sus aliados.
Pero las cosas, mientras tanto, se le pusieron color de hormiga, sobre todo a raíz de las fuertes críticas realizadas por influyentes personajes del sector empresarial, como Claudio X. González, presidente de la Fundación Televisa, y por diversas organizaciones civiles que urgieron al gobierno federal a liberar a la Secretaría de Educación Pública (SEP) de la co-rectoría ejercida por el SNTE y su lideresa.
La visión de los organismos empresariales sobre la influencia del SNTE en las decisiones oficiales sobre política educativa ha salido a la luz pública de manera contundente. Para el directivo de la mayor empresa de comunicación del país, el SNTE tiene incluso capacidad de veto sobre los programas que en el tema propone la SEP, cuyas autoridades exhiben una clara situación de fragilidad que los obliga a negociar todo con el sindicato.
Desde principios de mayo, los sectores empresariales han insistido en el tema. Sin que aparentemente viniera al caso, durante los diálogos sobre la estrategia de seguridad, convocados por el presidente Felipe Calderón en días recientes, el tema educativo fue puesto en el centro del debate por una maestra, Isabel Miranda de Wallace, quien dejó su trabajo frente a grupo para dedicar sus días a la búsqueda de su hijo secuestrado.
Para Isabel Miranda, el SNTE tiene secuestrado al país. Ahí, en el Campo Marte, en presencia del principal aliado de Gordillo, dijo que los últimos lugares que ocupa México en las evaluaciones educativas internacionales abonan para que mantengamos los niveles de violencia que ahora sufrimos. Mucha violencia y poca preparación debida a la intervención sindical, no hacen una buena combinación.
Pero estos nuevos episodios con personajes inéditos no hacen sino reforzar la visión que, en similar sentido, han hecho pública académicos, pedagogos, incluso miles de maestros que en el interior del SNTE luchan por deshacerse de la dictadura impuesta por la poderosa chiapaneca.
Ya sabemos que a esa apreciación se han sumado –con juicios fundados en datos inequívocos– expertos internacionales y representantes de la ONU y la OCDE: no puede avanzar la educación en México si el SNTE sigue torpedeando toda iniciativa que busque mejorar la calidad educativa, sin importar las tenues sugestiones de la denominada Alianza por la Calidad de la Educación (ACE).
Elba Esther: la defensa fallida
¿Qué fue lo primero que se le ocurrió a la dueña del Panal para responder a los cuestionamientos? Siguiendo una máxima ajedrecista (la mejor defensa es el ataque), Elba Esther Gordillo se enfundó su uniforme de crítica para tratar de socavar la credibilidad de uno de las más fuertes iniciativas de la Fundación Televisa: el programa Bécalos.
En los primeros días de agosto, en la turística Los Cabos, Baja California Sur, donde por cierto resiste una fuerte oposición magisterial, la más opaca operadora sindical, la que maneja a placer cuotas de más de un millón 250 mil mentores, pidió a la SEP investigar a fondo el programa Bécalos, buque insignia de los programas filantrópicos de la televisora e instituciones bancarias.
Los empresarios habían pedido un censo real de los maestros federales y estatales para saber dónde laboran, cuáles son sus virtudes académicas, cuánto cobran y si están abocados a su tarea educativa, en medio de fugas informativas que han puesto en evidencia la gigantesca nómina de destacados sindicalistas que cobran sin ejercer su magisterio, así como la impreparación de muchos para detentar el puesto que ocupan.
Y es que no le parece oneroso el pago de la cara nómina que representa su ejército de operadores sindicales y políticos. Para ella, los cerca de 10 mil comisionados que tiene el SNTE no son nada frente al millón 250 mil profesores que integran el sindicato. Y en eso coincide el titular de la SEP, Alonso Lujambio, según ella.
Por eso, pese a las dudas de quien esto escribe sobre la bondad de los empresarios por becar a niños y jóvenes con necesidades económicas, Gordillo escupió para arriba, si bien alguien detendrá la saliva para que no le caiga en el rostro.
Luego de varios años de funcionar Bécalos, apenas en Los Cabos se le ocurrió la sospecha sobre su posible inconstitucionalidad, por lo que pidió a la SEP detallar si existe o no convenio con la asociación de banqueros para la operación del programa.
Incluso, revolucionaria aunque institucional como siempre, pidió revisar si con dicho programa no se estaba abonando a favor de una educación no ajustada al carácter laico que dictan nuestras leyes o de corrientes políticas determinadas.
Por supuesto que Televisa representa un poder fáctico de grandes proporciones. A la profesora no le conviene chocar con una parte importante de su estructura.
Al seminario “La nueva sociedad, una nueva educación y una nueva política”, celebrado en Los Cabos, invitó al mismísimo Claudio X. González para que expusiera sus puntos de vista y pudiera tenerlo a buena distancia para desarmarlo ante sus correligionarios.
Ahí, el también integrante de la organización Mexicanos Primero expuso los indicadores educativos y se refirió a los retos del sistema.
Le dijo a Elba Esther que la preeminencia de los intereses políticos sobre la necesidad de mejora educativa lastima a la sociedad y que es una lástima que muchos políticos y funcionarios consideren que en lo que resta del gobierno de Felipe Calderón ya no se pueda hacer nada al respecto, cuando lo que requiere el sistema educativo nacional son cambios urgentes.
Por eso, Gordillo pidió “una tregua de mutuas consideraciones de confianza”, luego de despotricar amenamente contra el programa de comedia “La Escuelita”, con una construcción sintáctica que le reclamaría incluso el maestro rural enclaustrado en la más remota comunidad:
“¿Estarían dispuestos a mejorar programas televisivos? ¿A que fuéramos juntos y dijéramos que ya no más ‘escuelita’? Que los alumnos no son los de las piernas descubiertas, ni de los senos exuberantes, porque estamos hartos de esas cosas, o de la maestra fea, fodongona, que pega y dice malas palabras. ¿Estarían dispuestos también?”.
Nunca tan fallida la maestra, digo yo…
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