El rector Raúl Arias Lovillo ha andado muy errático en sus posiciones públicas en torno a temas que calan en el espíritu universitario.
El caso más grave, sin duda, ha sido su acelerón, freno y reversa en el caso de una manifestación universitaria de repudio por la ejecución del maestro José Luis Martínez Aguilar, alvaradeño, cuyo cuerpo se localizó calcinado hace más de una semana en calles del norte del Puerto de Veracruz.
La inicial adhesión y respaldo a la convocatoria se granjeó la simpatía de una comunidad universitaria que empieza a resentir los efectos de la violencia que ya lacera varias ciudades del estado, particularmente la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río.
Pero el coatepecano tuvo que frenar y echar para atrás el auto no bien recibió una, supongo, respetuosa recriminación de importante oficina del gobierno estatal, para que atemperara su ímpetu contestatario, siendo du posición la de un funcionario público del más alto nivel.
Entonces emitió un extraño comunicado en que señaló que había recibido la promesa de parte gubernamental y de la Procuraduría General de Justicia, de que se actuaría con toda prontitud, agilidad y consideración para investigar el grave hecho delictivo y se daría con los culpables.
Pese a una enemistad de años, el ahora Procurador Reynaldo Escobar Pérez se movió rápido y acudió a Rectoría a presentar a Arias y su selecto grupo de confianza todas las garantías de que el caso se tomaría con especial interés por las instancias investigadoras y se daría con el o los asesinos. Fueron ofrecimientos, ciertamente contundentes, pero no resultados concretos.
Si Raúl se hubiera abstenido de sumarse públicamente a la convocatoria y, sotto voce, la hubiera respaldado, no hubiera tenido que hacer público una postura que a la postre le generó una retahíla de descalificaciones en las redes sociales. Pero lo hizo porque es impulsivo.
Ya vimos cómo se le compensó. El gobernador Javier Duarte, convertido en Presidente honorario del Patronato Pro UV, se comprometió a generar una nueva relación entre su gobierno y la casa de estudios, y eso estuvo muy bien.
Junto con el tuxpeño Roberto Hernández, cuya contribución a la universidad de su tierra debe ser muy interesante porque no la he entendido jamás, visitaron el cascarón de lo que Fidel Herrera siempre se jactaba que sería parte de la contribución veracruzana a la celebración de los centenarios, cosa de lo que se olvidaba tan pronto regresaba al helicóptero.
Renacerá la esperanza porque ahora lo dice Javier Duarte y a él se la creo más que a su antecesor: el gobierno estatal contribuirá para concluir la sala de conciertos de la UV, donde podamos escuchar a la Orquesta Sinfónica de Xalapa en un recinto decoroso y no a punto de colapsarse como el Teatro del Estado.
Rectores que resistieron
Al final de cuentas, Raúl Arias Lovillo caminó por las calles de Xalapa en la marcha que exigió justicia, pero no con la firmeza y rectitud con que lo hizo el ingeniero Javier Barros Sierra, rector de la UNAM, aquel 30 de julio de 1968, cuando en época aciaga lo declaró día de luto para la universidad porque se había violado su autonomía. Y se enfrentaba al presidente Gustavo Díaz Ordaz, que ya había dado muestras de represión y barbarie.
Ni siquiera tuvo el arrojo de quien fuera rector del privado Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, mejor conocido como Tec de Monterrey, Rafael Rangel Sostmann, a quien le tocó ver con rabia cómo miembros del Ejército mexicano cegaban en marzo de 2010 la vida de dos estudiantes de posgrado que caminaban por su campus porque los “confundieron” con delincuentes.
Aunque Rangel Sostmann renunció a su puesto en junio de 2010, su entereza le alcanzó para presentar en abril de ese año, ante el Senado, propuestas orientadas a que los militares que violen los derechos humanos sean juzgados por tribunales civiles y no por la justicia castrense, para evitar por supuesto que sean objeto de beneficios.
Ambos, a su medida, se enfrentaron al poder presidencial, en respuesta a situaciones traumáticas que afectaron a toda su comunidad.
Raúl no pudo sostener su inicial impulso solidario.
Ahora esperemos que se le cumpla lo que se le prometió: justicia para la familia del profesor José Luis Martínez Aguilar, y apoyar a la UV a proteger a sus miembros mientras se encuentren en las instalaciones universitarias.
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