Es
posible que nunca sepamos las causas reales por las que el fatídico viernes 11
se desplomó el helicóptero en que viajaba de la Ciudad de México a Cuernavaca
el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora, causando la muerte de
quien ocupó la misma dependencia que Juan Camilo Mouriño Terrazo, también
fallecido en el mes de noviembre, pero el día 4, cuando se desplomó en el DF el
avión en que regresaba de una gira por San Luis Potosí, en 2008, sin haber
cumplido 10 meses en el cargo, luego de sustituir a Francisco Ramírez Acuña.
Blake tuvo la misma suerte que el político campechano, quien hoy se hubiera perfilado como el candidato presidencial panista en lugar de Josefina Vázquez Mota; sin embargo, a diferencia de él, el tijuanense logró estar al frente de la Segob seis meses más.
Que las aeronaves del gobierno
federal estén tan averiadas que puedan ser recurrentes los accidentes aéreos,
da en qué pensar. Independientemente de la opinión que merezcan los
funcionarios federales, incluidos el presidente Felipe Calderón, es una desgracia
que los mexicanos sintamos la zozobra de que en cualquier momento los
desperfectos en esos aparatos puedan poner en riesgo a quienes en ellos viajan,
sobre todo cuando se ha informado que el helicóptero caído lo usaría el
Presidente de la República.
¿Qué está pasando con el
mantenimiento de la flota de las fuerzas armadas? Algo deberá explicar el
gobierno federal.
Porque
no solo han fallecido dos secretarios de Gobernación y sus colaboradores
cercanos, lo que de suyo constituye una desgracia para el país y, sobre todo,
para sus familias. En el ambiente, estos accidentes frecuentes en que pierden
la vida cuadros de primera línea de un Presidente que no ha sido muy favorecido
por contar con un equipo grande de colaboradores del cual echar mano, lo que
genera es rumores, versiones hasta descabelladas, una de las cuales identifica
en todos los casos la mano del crimen organizado.
Raúl Benítez Manaut, investigador
del Centro de Estudios para América del Norte de la UNAM, según lo publicado en
Excélsior, dijo algo que no tiene desperdicio: “El gobierno tendrá que dar un
informe técnico muy bien hecho y preciso, con credibilidad, y si fue un
atentado, tendría que reconocerlo para evitar rumores”. El accidente “genera
una gran incertidumbre política porque genera dudas sobre la capacidad del
presidente para dar seguridad a sus funcionarios, genera dudas de una capacidad
operativa de algún cártel del narcotráfico que pudiera ser responsable”.
Duda
que algo queda
Lo más posible es que
el peritaje de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, ahora al mando
del joven Dionisio Pérez-Jácome Friscione, a través de la Dirección General de
Aeronáutica Civil, señale como causa del accidente la poca visibilidad que
había en el Estado de México y que, por supuesto, fue provocado por una falla
humana, no del piloto sino de quienes autorizaron la salida de la aeronave pese
a supuestamente tener conocimiento de malas condiciones climáticas.
Y es que las condiciones
meteorológicas siempre son un factor que se considera antes de emprender un
vuelo. La duda estriba en que la aeronave se desplomó, no chocó contra algún
cerro, como ocurrió el 21 de septiembre de 2005, cuando murió en un percance
aéreo el secretario de Seguridad Pública de Vicente Fox Quesada, Ramón Martín Huerta,
al estrellarse el helicóptero en que viajaba contra la parte superior del cerro
conocido como La Cima, en el estado de México.
El
propio presidente Felipe Calderón consideró horas después del desplome del
helicóptero del Estado Mayor Presidencial, sin esperar la versión de los
expertos, que la nubosidad pudo ser la causa, porque los pilotos de la Fuerza
Aérea Mexicana tenían probada experiencia, lo que fue corroborado por la
Secretaría de la Defensa Nacional.
Lo
extraño del asunto es que personal del servicio meteorológico nacional, en especial
Javier Albarrán, había declarado a W Radio, pasadas las 12:00 horas, que las
condiciones eran propicias para el vuelo (no había nubosidad y las ráfagas de
viento eran sumamente débiles en la zona). Pese a contar con esa información,
el presidente Calderón dijo dos horas después que la nubosidad habría provocado
el accidente.
Para nadie es un secreto que, en
casi todos los casos, los funcionarios que han fallecido en accidentes aéreos
han estado ligados a acciones relacionadas con el combate al crimen organizado.
Tan ha causado conmoción el hecho de que el principal impulsor de los
operativos conjuntos como el que se aplica en nuestra entidad haya fallecido en
similares circunstancias que uno de sus antecesores, que la Bolsa Mexicana de
Valores mostró un ajuste al conocerse la desgracia, aunque después volvió a su
tendencia alcista.
Juan Marcos Gutiérrez,
subsecretario de Gobierno, quedó a cargo de la dependencia. Luego de los días
de luto, Felipe Calderón deberá nombrar a su quinto inquilino del Palacio de Cobián
en la calle de Bucareli, luego que dos han fallecido en trágicos accidentes. Y
lo deberá hacer con mucha calma, primero, porque cualquiera lo pensaría dos
veces para aceptar el cargo, y segundo, porque el país necesita a un experto en
dos materias: seguridad pública y procesos electorales.
Una
estela de desgracias
A la muerte de su
cuarto secretario de Gobernación, el gabinete parece estar marcado por la
desgracia. A las más de 40 mil personas fallecidas en la guerra emprendida
contra el crimen organizado, cuya cifra crece con desmesura con el paso de los
días, no solo de delincuentes sino también de ciudadanos pacíficos, Felipe
Calderón enfrenta la gravedad de su secretario de Educación Pública y exaspirante
a la candidatura presidencial panista, Alonso Lujambio.
En su tránsito por tres
hospitales, donde ha estado internado, el mismo viernes la Presidencia de la
República tuvo que reconocer que el titular de la SEP padece cáncer de médula
ósea, lo que ha agravado un cuadro de insuficiencia renal.
Habría que ver si, además de
Gobernación, Calderón no deberá nombrar a un nuevo secretario de Educación,
habida cuenta de que Lujambio lleva varias semanas sin operar esa importante
dependencia y no se ve que pronto pueda regresar a sus oficinas.
Para colmo, su hermana Cocoa
habría perdido las elecciones en Michoacán, con lo que Felipe Calderón podría
considerarse como el sepulturero del Partido Acción Nacional.
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