lunes, 17 de febrero de 2014

Prensa y gobierno, ¿en guerra?

De un contubernio desastroso para la democracia, la información y las finanzas estatales, como el pactado entre el gobierno estatal y la prensa veracruzana durante el sexenio de Fidel Herrera Beltrán, a un distanciamiento artificial, diríase que un estado permanente de guerra entre estos dos protagonistas sociales durante el presente gobierno, no queda sino abrigar una pequeña esperanza de que es posible una relación menos ríspida con el inicio de conferencias de prensa del gobernador Javier Duarte de Ochoa.

Parecerá desproporcionado intuir un golpe de timón en la política de comunicación social de Duarte, y ciertamente habrá que ver si este ejercicio se mantiene vigente o si el encuentro de este lunes no fue sino una pequeña válvula para despresurizar el creciente descontento de la mayoría de los medios de comunicación ante situaciones difíciles, como la violencia contra comunicadores que ha lanzado las alertas y mantiene a Veracruz en la cúspide de los territorios más peligrosos del mundo para el ejercicio periodístico.

¿Quién asesoró al gobernador Duarte para que aplicara en sus tres primeros años de gestión un endurecimiento de su gobierno contra la mayoría de los medios de comunicación y los periodistas? ¿Cuáles eran los objetivos que se pretendían cumplir con distanciar al poder con la prensa y desactivar a ésta como bisagra que puede unir o separar a sociedad y gobierno? ¿Ahorrar, castigar y atemorizar a los críticos, premiar a los fieles?

Lo cierto es que cada vez es más extendida la voz crítica, y disminuida e, incluso, menos influyente, la que reconoce en todo acto de gobierno un paso necesario y elogioso. ¿Por qué, entonces, mantener el mismo modelo que somete y reprime?

Javier Duarte de Ochoa dio un primer paso ayer. Aunque habló de logros importantes en materia de economía, de la modélica creación de empresas y una creciente inversión privada que podría acumular este año una suma superior a los 25 mil millones de pesos (cerca de mil 800 millones de dólares), lo más importante desde mi punto de vista es su acercamiento con los comunicadores.

Y es que no se trata de volver a modelos que hundieron a estados como el nuestro y el de Chiapas, donde los gobernadores anteriores dilapidaron recursos públicos a favor de su imagen en los medios, así fueran pasquines inservibles e insustanciales, sino a una sana y respetuosa relación del gobierno con los comunicadores, a abrir canales de diálogo que puedan tener más impacto informativo en una sociedad que demanda un mayor pluralismo, un ambiente democrático y medios de comunicación solventes política y moralmente.
        
Un ambiente tenso y peligroso

Lo que en materia de comunicación gubernamental se ha vuelto un estira y afloja, una falta de credibilidad aparentemente insuperable, una mezcla enferma de elogios desmedidos y críticas encolerizadas, empieza a manifestarse entre los comunicadores en una batalla campal donde prácticamente no está quedando títere con cabeza.

Me explico: el socavamiento económico de muchos medios, las campañas de desprestigio contra periodistas que han pasado de ser críticos propositivos a virulentos golpeadores, el distanciamiento de la estructura gubernamental respecto a los que hacen la noticia y el análisis de la realidad, la violencia policial contra reporteros y fotógrafos que hacen su trabajo y, para colmo, la intromisión del crimen organizado en ataques que han costado la vida a varios comunicadores, han provocado una crispación nunca antes vista en el gremio.

Cuando buena parte de los medios de comunicación pone como personajes principales de sus notas o comentarios a otros periodistas, cuando se generan verdaderas cruzadas contra colegas que mal o bien desarrollan su vena crítica, cuando incluso en el área de Comunicación Social, que debiera convertirse en zona de amortiguamiento, se evita el contacto con la mayoría de los antaño respetados hombres y mujeres de la prensa, poco es lo que se puede esperar para superar la actual crisis.

Por eso, que el gobernador Duarte haya anunciado lo que él denominó un nuevo ejercicio de diálogo con representantes de los medios de comunicación y con la sociedad veracruzana, mediante conferencias de prensa, genera en mi fuero interno la esperanza en que las cosas pueden cambiar si hay voluntad política de su gobierno. Que nadie me culpe o señale si mis esperanzas son frustradas con el paso del tiempo.

Debo reconocer que no conozco personalmente a Gina Domínguez Colío, coordinadora general de Comunicación Social y, mucho menos, he estrechado la mano del gobernador Javier Duarte. No es necesario para el ejercicio de mi profesión; tengo acceso a la información que el gobierno genera, la pública al menos, y con eso es suficiente.

Desde esa posición equidistante de los observadores sumamente críticos y de los que elogian desproporcionadamente, es como me siento con la posibilidad de externar sin cortapisas mi opinión sobre que puede construirse una nueva relación, más respetuosa, entre prensa y gobierno.


Ya el tiempo se encargará de contradecirme o darme la razón.

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