sábado, 27 de febrero de 2010

Los espacios derrotados


Hace años que Xalapa vive un creciente deterioro de sus espacios públicos. Inundados por vendedores, señalizaciones imprudentes y obras invasivas y de mal gusto –la mayoría inconclusas–, los espacios destinados tradicionalmente al disfrute del tiempo libre, tanto abiertos como cerrados, son presa de la abulia y el olvido de los funcionarios, la imprudencia del ciudadano y el abuso del comercio fijo disfrazado de ambulante.

En nuestra ciudad, el peatón es visto como el desgraciado que ha sido expulsado del paraíso automotor. Las aceras son acotadas por cabinas telefónicas, postes, señales de tránsito, semáforos, accesos a estacionamientos públicos y privados, automóviles aparcados, tenderetes instalados para la eternidad, vendedores y mendigos tendidos en el suelo, que obligan al caminante a bajar al arroyo vehicular.

Las calles son verdaderos pasos de la muerte, muchas de ellas sin marcación de cebra para el cruce peatonal y con semáforos que nunca dan tregua al tráfico de vehículos para permitir el trasiego de los de a pie.

Si eso ocurre en las calles, algo igualmente grave sucede en parques, jardines, teatros, salas y paseos citadinos.

¿Acaso no le ha tocado ver cómo circulan vehículos por los andadores del Paseo de los Lagos sin que ninguna autoridad esté ahí para impedirlo?

¿No le ha molestado que en ese mismo sitio pasen meses y el supuesto mirador sobre Atletas siga resguardado por un muro de madera porque el ayuntamiento no ha tenido la destreza para conseguir recursos que permitirían la conclusión una obra de remodelación que, por otra parte, sólo ha afeado el acceso al paseo?

¿No le preocupa que los juegos infantiles montados hace años a la orilla del estuario estén en tan mal estado que en lugar de diversión pueden ser la causa de un accidente fatal, y que la malla ciclónica esté a punto de colapsar?

Para colmo, hace meses que se construyen unas cabinas que auguramos serán rentadas a comerciantes para obstaculizar el libre y seguro paso de los visitantes.

Sitios que no dejan huella

Se deshumaniza nuestra ciudad mientras un junior se hace pasar por alcalde, sin dimensionar que pudo haber hecho un gran aporte al sitio donde nació, donde su familia comenzó a fraguar su enorme fortuna y de donde sigue obteniendo pingües ganancias.

Pero no sólo hemos sido víctimas de una administración municipal frívola, cuya cabeza prometió en campaña destinar más presupuesto a la cultura y las artes y que no ha logrado siquiera que los espacios municipales cuenten con una programación interesante de espectáculos.

Tampoco las instancias culturales del gobierno estatal (como el IVEC) y de la Universidad Veracruzana, han logrado rescatar y aprovechar espacios que permitirían a los xalapeños y visitantes olvidarse de la caótica trama vehicular que amenaza con llenar de piedritas hasta la vesícula del más ducho en las artes de la meditación.

Siendo un espacio extraordinario para la recreación sana y el disfrute de las manifestaciones artísticas y culturales, el Paseo de los Lagos ha sido olvidado incluso por la Universidad Veracruzana.

Cuando se anunció que la Casa de Artesanías, rebautizada con el mote de Casa del Lago, había sido donada a la UV y en ese mismo sitio tuvo lugar la pasada Feria Internacional del Libro Universitario, muchos nos llenamos de júbilo porque por fin se armaría una verdadera zona para la enseñanza y exposición de la cultura y las artes.

No ha sido así. El edificio se mantiene cerrado y sin actividad cultural alguna. Parece como si hubiera una maldición sobre el cascarón de la antigua fábrica.

Pero como el Paseo de los Lagos, sitios como el Parque de los Berros y el Parque Juárez son invadidos por la basura, el comercio ambulante, la mendicidad y los degradantes espectáculos de una filantropía abiertamente electoral que pone a concursar a los necesitados por utensilios que después pagarán con votos en las urnas, cuando sus acciones debieran realizarse en la privacidad para evitar le vergüenza colectiva, propia y ajena.

La remodelación del Teatro J.J. Herrera ha pasado desapercibida porque no hay quien lo convierta en un espacio compatible con su propósito, mientras la tan anunciada sala de conciertos para la Orquesta Sinfónica de Xalapa, en el Campus para la Cultura, las Artes y el Deporte, lleva meses exponiendo sus desnudos muros a la lluvia, el viento y el sol, sin la mínima esperanza de que algún día pueda ser llamada la piedra de toque de la celebración onomástica de Independencia y Revolución.

¿Nadie entiende la vocación de la ciudad?

Hasta el momento, ninguna de las instancias públicas ha emprendido acciones de coordinación para aprovechar la real vocación de Xalapa, una vocación de décadas.
Gracias a administraciones estatales y universitarias lejanas en el tiempo, la capital veracruzana es reconocida en el país y el extranjero como un verdadero centro cultural, pero poco se colabora para hacer realidad esa imagen.

Desde la actividad musical y editorial, la mayoría impulsada por la UV, hasta la proliferación de grupos independientes que están haciendo propuestas interesantes en las artes escénicas, pasando por la formación profesional de ejecutantes y artistas plásticos, Xalapa tiene todo para convertirse en un centro de atracción nacional e internacional en el área cultural y, de paso, convertirse en un destino turístico especializado.

A diferencia de otras ciudades que han logrado ese carácter, como Guanajuato con su Festival Internacional Cervantino, Xalapa puede no depender exclusivamente de espectáculos foráneos para contar con una oferta amplia y diversificada para miles de visitantes. El problema es que no ha habido una iniciativa gubernamental que haga posible este propósito, lo que difícilmente pueden lograr por su lado la UV o el ayuntamiento.

Se ha insistido en crear un festival en un sitio sin esas características e, incluso, sin la infraestructura turística necesaria como el del Tajín, que ha representado la erogación de fuertes sumas de dinero desde la administración alemanista, pero no se destina siquiera tiempo y creatividad para hacer algo parecido en Xalapa. Lo más cercano a ello que se la ha ocurrido al alcalde xalapeño ha sido un miserable carnaval que sólo ha servido para incrementar las ventas de las empresas cerveceras.

Festivales como Junio Musical se ha convertido en un mero trámite burocrático con que el director de Difusión Cultural de la UV, Manuel Zepeda Ramos, justifica su oprobiosa presencia en ese ámbito universitario, cada vez más al borde de la desgracia y del kitsch.

En cambio, ha sobrevivido el Festival de Jazz (Jazzfest) y ha surgido con inusual entusiasmo el JazzUV, gracias a iniciativas bien intencionadas de los propios artistas, que ya han convertido a nuestra ciudad en la meca de la enseñanza en ese género musical. ¿Por qué no aprovecharlo?