Mientras
Alonso Lujambio pasa con premura de la cama de un hospital a la candidatura al
Senado por el PAN por la vía plurinominal, en un pago de marcha por los
servicios prestados y un blindaje vía fuero constitucional por su desaseado
manejo de los recursos públicos, cuyas aristas son el derroche en la
conmemoración de los centenarios y las transferencias multimillonarias al SNTE,
ha llegado a la Secretaría de Educación Pública un verdadero cartucho quemado:
José Ángel Córdova Villalobos.
El
exsecretario de Salud que hizo famoso al país y a los mexicanos en todo el orbe
y puntos circunvecinos por la famosa epidemia del cólera AH1N1, en septiembre
renunció a la dependencia federal para irse a hacer pinitos político-electorales
a su natal Guanajuato, donde quería convertirse en candidato del PAN y ser el
cuarto gobernador blanquiazul al hilo. No lo logró. Ni el enorme apoyo calderonista
logró que venciera a Miguel Márquez Márquez, quien con el 53% le ganó la
consulta interna gracias al respaldo del todavía gobernador guanajuatense Juan
Manuel Oliva Ramírez.
Todavía
se recuerda cómo, a partir de esta derrota, Córdova Villalobos generó un
terremoto político cuando se le vinculaba a una posible candidatura bajo los
colores del PRI, que le hizo recibir cientos de llamadas desde Los Pinos y
desde la dirigencia nacional del PAN. Ya hemos visto en qué ha acabado todo.
La
SEP, decimos, es una escopeta descompuesta.
Sin
proyecto nacionalista, agobiada por los vaivenes de la corrupción, claudicante
frente a una malograda reforma educativa, desatendida por un secretario que en
los últimos meses pasó más tiempo en hospitales que en su oficina, señalada por
organismos internacionales de ser, junto con el SNTE, la causante de la debacle
formativa de los mexicanos, ¿qué podemos esperar de la gestión del oriundo de
León?
Prácticamente,
nada. Que el funcionario tenga un salario para resarcir los daños infligidos a
sus cuentas bancarias con su aventura electoral, pase en buenas condiciones su
amarga experiencia política y se le quite de la cabeza ondear una bandera
distinta de aquella que pinta tan claramente su ideología ultraconservadora.
¿Y
la educación? Bien, gracias. ¿A quién puede interesarle estando tan cercana la
elección?