miércoles, 8 de septiembre de 2010
En Veracruz, la cultura indigesta
Aunque ya tiene una historia de desencuentros y claudicaciones, en los últimos seis años la cultura en Veracruz ha sufrido uno de sus más infaustos periodos, si no es que el más digno de olvido.
Y este panorama desolador ha ocurrido tanto en el impulso que, en la estructura gubernamental, supuestamente debía darse desde el Instituto Veracruzano de Cultura (IVEC), como en la Universidad Veracruzana, donde un cacicazgo solapado por el rector Raúl Arias –y respaldado desde el gobierno estatal– ha impedido refrescar un espacio de creación colectiva que parece a punto del infarto.
Si alguien quisiera referirse al fenómeno cultural en Veracruz en el sexenio que concluye, podría describirlo con una frase inequívoca: sobrevivencia por ocurrencias.
Ya el hecho inaugural de transferir la cultura al espacio de promoción turística nos habla de una concepción que ha prendido en varios países y, con los gobiernos panistas, en México, que es supeditar la actividad cultural a las necesidades del espectáculo y, más específicamente, de uno que atraiga divisas.
Esta orientación economicista, que desprende a la cultura de su más cercano aliado, la educación, y la ofrenda como ornamento para el consumo de los otros, los de fuera, aquéllos que se desea atraer como abejas al panal, condena a los de dentro, a creadores y consumidores internos, a los hacedores del fenómeno cultural propiamente dicho, al infierno de la dádiva otorgada a capricho.
A estos, sean artistas plásticos o ejecutantes, creadores o promotores, diseñadores o pensadores, esta visión los orilla a perder el tiempo en antesalas, a depender de una beca que no llega y que más valdría no obtener porque es más alto el costo para el artista que debe regalar su producción, a sufrir por sus proyectos extraviados entre secretarias y ayudantes, erigidos como los nuevos protagonistas de oficinas dirigidas por burócratas bochornosos.
¿Cuál es el camino para que un proyecto tenga apoyo gubernamental? Cazar al gobernador Herrera en alguno de sus actos públicos para venderle la idea, cuando el mandatario podía ahorrarse esas incómodas entrevistas si los responsables del ramo hicieran su trabajo… o se les dejara hacerlo.
No es una casualidad que quienes estén al frente de las dependencias culturales del gobierno estatal y la UV sean personajes cuyo máximo expertise tenga que ver con comercios electorales a nivel de piso, bufonadas mediáticas para granjearse el favor de analistas políticos y una gran elasticidad para bajar la cerviz.
Por ello, entre la cultura del repujado y el migajón y la alta cultura, esa que llena parques y galerías con la obra de artistas renombrados, poco espacio ha quedado para cientos de hacedores de arte y cultura, que deben improvisar espacios en azoteas, antros que hoy los jóvenes denominan centros de convivencia, parques públicos, cafeterías y tiendas de arte, para exponer su trabajo
Muchos han debido rebajarse al nivel de vendedores ambulantes en los grandes festivales ‘culturales’, como la Cumbre Tajín, para colocar sobre tapetes improvisados el producto de su creatividad, a la espera de que algún turista, con la compraventa, les permita al menos su supervivencia. ¡Esto es el Veracruz cultural, señores!
El IVEC, ¿una insana golosina?
¿Qué ha sucedido con el Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC), cuyo nacimiento en el gobierno de Fernando Gutiérrez Barrios, bajo la dirección de Ida Rodríguez Prampolini, atrajo las miradas de todos los rincones del país por su enorme energía e interesantes propuestas, y permitió vestir una labor que impulsó el orgullo de ser veracruzano?
Prácticamente, nada.
Ya lo comenta Lourdes Hernández Quiñones en su blog Senderos de lo Cultural (http://senderosdelocultural.blogspot.com), con mucha precisión y conocimiento de causa:
“¿Por qué no ha sido reestructurado el IVEC cuando es ya una situación inaplazable? Habría que replantear, de inicio, una instancia con menos dificultades y complejidad administrativa, con el propósito de que las áreas operativas puedan funcionar mejor. Se trata de fortalecer los departamentos y oficinas que son los facilitadores del quehacer cultural y entender que lo administrativo cumple exclusivamente una función de apoyo.
“No existe, hasta el momento, un área que tenga que ver con las industrias culturales. ¿Dónde está la producción de discos que en la administración de Leticia Perlasca tuvo una proyección fundamental? Tampoco existe un área encargada de asuntos internacionales o de vinculación con instituciones. Hay que reconocerlo, la estructura del IVEC requiere de renovarse para adecuarse a los tiempos que estamos viviendo: Renovarse o morir…
“¿Dónde ha quedado el trabajo de investigación que caracterizó en su fundación al IVEC y que le permitió tener un lugar de reconocimiento en el ámbito nacional? ¿Dónde ha quedado la sistematización de la información cultural para la toma de decisiones? ¿Qué fue del programa infantil, de su vasto programa editorial?”
Lourdes Hernández plantea cómo fue desoído el diagnóstico completo sobre las carencias y omisiones que presentaba el IVEC en 2005, elaborado por Esther Hernández Palacios, su primera directora en el sexenio, con el objeto de normar la política cultural del actual gobierno estatal, y que poco pudo hacer porque lo que se necesitaba ahí era un simple y sencillo burócrata, que no tuviera ideas ni molestara con propuestas.
Un debate serio y crítico debiera caracterizar la definición de lo que, en esta materia, definiría la gestión del próximo gobierno; un debate que no se caracterizara por la celebración de simples reuniones sociales, diseñadas para autoelogios o discursos huecos y fantasiosos.
Ojalá pueda lograrse eso. Una propuesta a botepronto es que la cultura regrese al sector educativo y deje las áreas de promoción turística, donde ni se le oye, ni se le ve ni se le habla.
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