lunes, 20 de enero de 2014

Ayuntamientos, la herencia maldita

Aunque los pobladores siempre se imaginan los malos manejos administrativos de sus autoridades municipales, basta con que dejen el puesto a sus sucesores para que se hagan evidentes desde fallas e ineficiencias hasta verdaderas pillerías y simulaciones.

Por estas fechas, los nuevos alcaldes están abonando a que la opinión pública se dé cuenta de ello, porque lo que han recibido, en muchas ocasiones, no tiene ni pies ni cabeza.

Pese a que se maneja en los medios de comunicación que el traslado de poderes en los municipios veracruzanos ha sido tersa y apegada a la ley, lo cierto es que muchos presidentes municipales están pasando por problemas serios, desde laudos laborales que no cubrieron sus antecesores y que les han quedado como una herencia maldita hasta arcas vacías o, de plano, ningún documento de entrega-recepción.

El primero de enero pasado, muchos alcaldes fueron recibidos con las oficinas tomadas por trabajadores que no recibieron sus quincenas de diciembre ni su aguinaldo. Otros, como el caso de Alvarado, solo con las llaves del edificio en las manos. Hay quienes prefieren esperar a hacer una diligencia notarial para evitar cargar con el muerto.

Más de la mitad de los municipios actuaron con opacidad, se negaron a proporcionar la información que se les solicitó. Luis Ángel Bravo Contreras, consejero presidente del Instituto Veracruzano de Acceso a la Información (IVAI), asegura que autoridades de al menos 108 ayuntamientos podrían ser denunciados penalmente por incumplir con la Ley de Transparencia.

Y esa es otra herencia para los que comenzaron funciones el 1 de enero, porque la obligación perdura sin importar quién se encuentre al frente de la institución. Entre los ayuntamientos involucrados se encuentran los de Coatepec, Boca del Río y Coatzacoalcos.

Las arcas municipales como patrimonio personal

Es tradición que los alcaldes, una vez entronizados en la silla municipal, dispongan de los recursos humanos, materiales y financieros del ayuntamiento como si fueran propios.

Se convierten en los nuevos ricos del pueblo, ellos y su familia se pasean en vehículos de lujo comprados con recursos municipales, son transportados por choferes incrustados en la nómina, tras de ellos va un ejército de guaruras y tinterillos, los gastos domésticos se cargan a la tesorería y, en la mayoría de los casos, negocios personales son financiados a gasto perdido con dinero municipal.

Si eso pareciera un abuso, más lo constituye el hecho de que constituyan empresas fantasmas, registradas bajo prestanombres, para concursar la obra pública y, por supuesto, ganarla, sin correr el mínimo riesgo de ser supervisadas por ninguna autoridad

Cuando salen, son capaces de llevarse hasta el escritorio en el que trabajaron y, por supuesto, motores, llantas, mobiliario y vehículos que no pagaron con su chequera, y un ejemplo claro fue el que encontró esta semana el alcalde de Martínez de la Torre, Rolando Olivares Ahumada, en el parque de maquinaria heredado por José de la Torre Sánchez. Patrullas y camiones para recolección de basura parecían restos de criaturas prehistóricas, sin llantas, sin motor, sin asientos.

En Tlapacoyan y San Rafael, los trabajadores pusieron en menudo brete a los alcaldes entrantes. En el primero de los municipios, la exalcaldesa Nayeli Jarillo no entregó los recursos a los trabajadores despedidos, según laudo favorable, y se amparó con el cuento de que su tesorero se los había clavado antes de desaparecer como vil delincuente. En el segundo, el exalcalde Rogelio Capitaine dejó sin paga a sus trabajadores.

Pero apenas constituyen una milésima parte de los problemas que subsisten en la mayoría de los ayuntamientos veracruzanos.

Muchos han podido comenzar a tambor batiente, si bien con acciones que requieren financiamientos de poca monta. Han limpiado sus cabeceras municipales, han implantado programas de bacheo, recogido chatarra, arreglado parques y jardines. La gente siente la diferencia.

Otros, sin embargo, solo han acudido a actos públicos, se han tomado la foto en la fila para el pago del impuesto predial, han nombrado a su equipo en sesiones de cabildo, pero no han emprendido ninguna acción que haga la diferencia, como es el caso del alcalde de Xalapa, Américo Zúñiga. Muchos lo podrían justificar por el desastroso paso previo de Elizabeth Morales, pero la imaginación puede ayudar cuando faltan recursos.

En fin, que los ayuntamientos avanzan, unos como viejas locomotoras de vapor; otros, como modernos trenes eléctricos, pero los más se encuentran varados a la mitad de la nada. 

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