Mientras Boca del Río se ornamenta con obras de gran calado, que permiten identificarla como una urbe moderna en materia de infraestructura urbana (hablo de su zona turística), y Coatzacoalcos presume de avenidas espaciosas y un teatro que ya quisiéramos un día prestado, Xalapa se hunde en el ambiente de ciudades orientales, anárquicas y convulsas, donde el tráfico parece una pesadilla que solo la noche resuelve medianamente.
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La mayoría del tráfico vehicular fatiga las estrechas rúas del centro histórico y, cuando los automovilistas se aventuran por avenidas alternas, tardíamente se percatan de que han ingresado en un laberinto más tortuoso.
Pese a que 2011 ha sido un año para el olvido en materia de obra pública, al menos en lo que se refiere a la capital, los xalapeños (de nacimiento o avecindados) debiéramos unirnos con una sola voz para demandar las obras que ya urgen y la infraestructura urbana que nos siguen debiendo los últimos cuatro gobiernos estatales.
La alcaldesa Elízabeth Morales García, una experta en materia de mercadotecnia de la miseria, dada a promoverse con la entrega de limosnas que le han redituado votos y popularidad, apenas pavimenta una avenida que no llega a los 400 metros de longitud y se avienta la broma de que su mandato será “la administración de las avenidas”, mientras su equipo de prensa señala en boletines que es “la administración municipal que ha ejercido la mayor inversión en obra pública en la historia de la ciudad en beneficio de los ciudadanos”.
Habituada a cortar listones, la locutora de televisión parece vivir en un mundo de caramelo, cuando todo mundo sabe que las inversiones estatales más fuertes se han destinado a Tuxpan y Boca del Río, que no a Xalapa, donde ni el problema de la basura se ha resuelto en el muy cercano Parque Juárez.
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De sobra sabemos que este año no ha habido recursos públicos, pero es tiempo de poner en el tintero de nuestros planeadores urbanos proyectos definitivos que recuperen para Xalapa su carácter de ciudad.
Un Ebrard para la ciudad
Ha sido costumbre que cada gobernador deje su impronta en la ciudad. Sin embargo, luego de don Agustín Acosta Lagunes, los que le siguieron solo hicieron obras para que los recordáramos pero ninguno ha hecho la tarea a fondo para resolver el grave problema urbano que presenta la ciudad.
Por desgracia, en el ayuntamiento no hay una autoridad con propuestas de envergadura. Xalapa necesita no a un político que base su gestión medrando con las dádivas y la filantropía al más decantado estilo populista sino uno de gran visión que busque, hasta por debajo de las piedras, los recursos necesarios para hacer obras viales que resuelvan los problemas, así sean túneles o segundos pisos, como lo ha hecho Marcelo Ebrard en la Ciudad de México.
Un alcalde o alcaldesa que convenza a las autoridades federales y estatales, incluso a la iniciativa privada y a los ciudadanos, de que es necesario pagar la enorme deuda que se tiene con Xalapa, una capital miserable para un “estado próspero”.
Mientras el problema vial se agrava en el centro histórico, los habitantes de decenas de asentamientos humanos, la mayoría de ellos irregulares, viven en la ciudad como si formaran parte de reservaciones marginadas de los servicios públicos más indispensables. En otro horizonte, miles de casas se construyen en diferentes rumbos, sin que las autoridades estatales y municipales diseñen las vías de comunicación que requerirán miles de familias que deben transitar por la ciudad.
Ya es hora de que Xalapa sea considerada en la prosperidad que tanto se pregona.
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