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Tan solo en educación básica (de preescolar a secundaria) regresaron cerca de 25 millones de estudiantes a animar el trabajo formativo de 231 mil planteles, donde eran esperados por más de un millón 200 mil maestros y directores.
La mayoría de esta población cursa la educación primaria (unos 15 millones, en cerca de 100 mil escuelas públicas y particulares), seguida por quienes cursan la secundaria (más de seis millones en casi 36 mil planteles) y el nivel preescolar (más de 4.6 millones de estudiantes, en unos 91 mil planteles).
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Un millón 600 mil personas cursan programas de formación docente en escuelas normales y de capacitación para el trabajo, mientras que más de 4 millones de estudiantes regresan a sus estudios de bachillerato.
A ellos hay que añadir, aunque lo harán en días subsecuentes, conforme a los calendarios diferenciados que establecen las universidades, casi 3 millones de alumnos de educación superior.
Si observamos la pirámide que forman las cifras de educandos en cada nivel, podemos percatarnos cómo en el camino de su formación, si consideráramos a la educación superior como la meta de todo el proceso educativo, cuatro quintas partes de quienes ingresan a primaria se quedan en el camino y apenas un 20 por ciento logra incorporarse a la formación profesional.
De hecho, menos de la mitad de los alumnos de primaria se incorpora a la secundaria, pese a ser también obligatoria y gratuita, mientras que menos de una cuarta parte llega a la educación media superior que, a finales de esta década, con la oposición del partido gobernante (PAN), será obligatoria y gratuita, al ser incorporada al nivel básico deseable para todo mexicano.
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