lunes, 15 de noviembre de 2010

Las lecciones que nos deja Jazzuv

Ha concluido, muy a pesar de quienes pudimos disfrutarlo, el tercer festival internacional Jazzuv en Xalapa.

Con el grito de guerra de convertir a la ciudad en la Meca del jazz en México, hecho por Francisco Mela, director artístico del festival, la celebración de este encuentro que tuvo un alto contenido educativo ha puesto de relieve la gran vocación cultural de la capital veracruzana.


Por ello, el festival ideado y promovido por Edgar Dorantes, con el apoyo de cientos de jóvenes y amantes del jazz, ha satisfecho -y superado- todas las expectativas que se tenían de él, no sólo en la percepción de sus organizadores, sino también del público local y nacional, de expertos nacionales e internacionales, músicos participantes y estudiantes que buscan convertirse en promotores y ejecutantes de este género nacido en los Estados Unidos pero que ha sido adoptado, con sus necesarias variantes, en todo el mundo.

La pasada ha sido una semana para consagrar una iniciativa multifacética y ambiciosa en un verdadero fenómeno cultural. Y no sólo ha dejado un buen sabor de boca en quienes disfrutamos este género musical, sino también ha legado muchas lecciones y pistas sobre cómo debe proyectarse a la ciudad como un centro de atracción turística a partir de las manifestaciones culturales.

Ha hecho destacar a la Universidad Veracruzana, en cuyo seno ha cobrado vida un proyecto educativo como el que da nombre al festival y que busca formar a intérpretes del jazz, pero, sobre todo, ha permitido resaltar la gran capacidad de su director y entusiasta impulsor, Edgar Dorantes, quien se multiplicó en audaces gestiones que permitieron traer a grandes figuras del jazz internacional, gracias a apoyos obtenidos del gobierno federal, a través del Conaculta y el Fonca, además de algunos patrocinadores privados, sin los cuales no se hubiera podido armar este singular festín musical.

También ha puesto en deuda a la propia institución anfitriona, que no dio tanto recurso económico como el que ha dispuesto para otras actividades de menor catadura, y ha evidenciado la infausta visión de las autoridades municipales para quienes esta oportunidad de colocar a la ciudad que mal administran en el mapa de los centros culturales más importantes del país ni les pasó por la cabeza.

Incluso, ha colocado en situación de extrañamiento al desorientado (y prácticamente desconocido) secretario de Turismo y Cultura del gobierno estatal, Ángel Álvaro Peña, quien en los últimos días ha parecido chivo en cristalería con sus penosas declaraciones a la prensa, con aquello de que su mermada autoridad es más cuestionada aún por el vendedor de Veracruz como set cinematográfico, Próspero Rebolledo, porque ni cuentas le rinde. Y qué podemos decir del exangüe director del Instituto Veracruzano de Cultura, Sergio Villasana, a quien lo que menos le ha interesado ha sido, justamente, la cultura.


Y sí, al acto inaugural acudieron representantes del IVEC y de la Secretaría de Educación, pero ni un despistado empleado de la secretaría de Turismo y Cultura, al menos para la foto.

Un acto, por cierto, en que sí estuvo el rector Raúl Arias Lovillo, quien habló de logros culturales históricos de la casa de estudios en un discurso atropellado que le hizo afirmar que Gabriel García Márquez había escrito su primera novela en la UV, cuando acá en realidad sólo le fue publicada.

Y fue acompañado de su incompetente director de Difusión Cultural, Manuel Zepeda Ramos, cuya máxima hazaña ha sido empequeñecer todos los festivales que pasan por sus manos, como el decadente y moribundo Junio Musical, al que todavía le mantienen el mote de internacional cuando sólo incluye a la parte local. Pero ya hablaremos más en este mismo espacio de ese engendro (me refiero a Junio Musical).

Público, ese reticente participante

Si debe hablarse de una de las máximas joyas del festival Jazzuv, esa fue el público.

Entusiasmado y entusiasta, emocionado, ruidoso, masivo… así llenó el público xalapeño prácticamente todos aquellos espacios en que se ofrecieron espectáculos ideados para doctos y legos, pero incluso las clases magistrales que ofrecieron músicos de la talla de Jack DeJonhette, Ray Drummond, John Ramsay, Jason Palmer, Nir Felder, Grace Kelly, Jane Bunnett y Mauricio Herrera, fueron observadas por periodistas, estudiantes, músicos… y por adoradores del jazz que acaso chiflan alguna melodía cuando se duchan o andan por la calle.



No hubo indiferencia ni hartazgo. Todas las actividades tenían tal halo de convivencia y entusiasmo por compartir, mostradas por maestros y estudiantes de jazz, que muchos quisieron ser testigos del fenómeno.

Tanto los conciertos estelares en el teatro, como los ofrecidos en espacios abiertos y en bares y cafés, estuvieron prácticamente a reventar. De ello se sorprendían los propios músicos norteamericanos, los periodistas especializados en el género que acudieron desde otros estados del país y de lugares distantes como Chile, los organizadores, quienes llenamos las salas...

En este sentido fue la antítesis del festival Junio Musical, tan moribundo y patético en los últimos años, y que por cuyas múltiples ofertas apenas deambulan sonidistas y técnicos, familiares de los intérpretes, presentadores y maestros de ceremonia y, a veces, menos que eso.

¿Cuál es el secreto de esta entrega? ¿Qué elementos, además de la afición por el jazz, hizo el milagro de tanta participación? Habrá que averiguarlo lo más pronto posible, porque si se descubre la fórmula del éxito, podrá aplicarse a otras propuestas artísticas y culturales como el teatro, la danza, los libros y otros géneros musicales.

Adelanto algunos elementos, sin profundizar en ellos:

El primero que salta a la vista ha sido la enorme calidad de los participantes. El concierto de McCoy Tyner y su trío, incluido Francisco Mela en las percusiones, fue apenas la cereza en el pastel de grandes intérpretes que ofrecieron su genialidad en la ciudad.

Pero ese último concierto programado en el Teatro del Estado, cuya sala grande fue insuficiente para albergar a todos los que deseaban conocer a esa leyenda del jazz que tocó al lado de otro grande como John Coltrane, fue el único que se desarrolló en el formato tradicional de los demás festivales del jazz en el país y, podría decirse, en el mundo: las estrellas llegan, tocan y se van.

Los demás grandes que vinieron no sólo dieron sus conciertos sino que también ofrecieron sus conocimientos en clases magistrales, participaron en audiciones al lado de jóvenes promesas y jazzistas locales de mucho tiempo; acudieron e intervinieron en jam sessions, convivieron de tú a tú, sin ningún remilgo. Y todo ello ha dejado un gran capital de conocimiento cuyos frutos iremos degustando en los años por venir.

El otro gran elemento que quiero destacar es el de la gran participación de estudiantes de música y melómanos de todas las edades como espectadores y, lo más importante, como miembros de un enorme ejército de voluntarios que lo mismo vendían camisetas que transportaban a los músicos, atendían aspectos técnicos, servían de traductores, orientaban a periodistas, pegaban carteles promocionales, difundían en sus blogs y en sus perfiles en las redes sociales lo que estaba sucediendo, impregnaban de júbilo aún a los reticentes y a quienes poco sabemos de jazz.

En la era del internet 2, las redes sociales y la comunicación horizontal y participativa, los organizadores de Jazzuv supieron ponerse a la altura y lograron concitar un gran movimiento que se apropió del festival, lo que hizo languidecer las grandes penurias económicas de este extraordinario esfuerzo cultural. Fueron los de a pie, los ciudadanos, sobre todo los jóvenes, quienes permitieron que se convirtiera en un gran festival, en una gran vivencia y convivencia colectiva, como en ninguna parte del país ha sucedido.


Y, sí, como dijo Francisco Mela, el extraordinario percusionista cubano que triunfa en las grandes ligas del jazz en los Estados Unidos y que es el director artístico del festival: Xalapa puede convertirse en la Meca del jazz en México. De entrada, cuenta con una dilatada tradición, que se remonta a los años sesenta y setenta bajo el influjo de gente como Guillermo Cuevas, pese a lo que digan diletantes como Alain Derbez que sin ningún rubor afirma que el jazz llegó a Xalapa en su desvencijada maleta.

Esta ciudad ha sido Meca del teatro universitario, fue la primera cuya universidad abrió programas de licenciatura en artes aunque requiera ahora elevar su calidad y abandonar un cierto dejo de modorra y enorme endogamia; la psicología brilló con luz única en los sesenta, por sobre la UNAM, que debió llevarse buena parte de la planta docente de la UV para mejorar un programa que no contemplaba los aspectos clínicos; la música de concierto ha tenido permanencia hace más de 75 años. ¡Claro que puede ser el centro neurálgico de la mejor producción jazzística de México, y si se atreve a más, de América Latina!

Xalapa debe justificar esa denominación de Atenas veracruzana que, ahora, todo mundo lo ha trastocado por el de apenas veracruzana. Para ello, es menester la participación de todos los órdenes de gobierno, especialmente el estatal y el municipal, no sólo el ayuntamiento de Xalapa sino también los municipios que le rodean, en particular Coatepec, porque lo que genera la capital impacta económicamente a toda la región.


Lo que falló en Jazzuv

Hay un elemento que falló. No fue, sin embargo, responsabilidad de los organizadores, cuyo presupuesto les permitió tan poca elasticidad: la ausencia de prensa nacional.

Alguien decía que el Papa podría pronunciar su mejor homilía en la plaza de San Pedro, en Roma, pero que no tendría ninguna trascendencia si entre los feligreses no estaban los periodistas. Esto ha pasado con Jazzuv. Más allá de las reseñas locales, el país no se enteró cómo iba la cosa en Xalapa.

Aquí debió participar el área de comunicación de la UV, pidiendo el apoyo de Comunicación Social del gobierno del estado e, incluso del ayuntamiento, para invitar a los periódicos capitalinos y a las televisoras en general, y las culturales, en particular, para que destacaran enviados en Xalapa durante toda (o parte de) la semana. No fue así.

Lo que sí sucedió fue el apoyo de Radio Televisión de Veracruz (RTV), cuya directora de Radio, Cristina Medina, supo calibrar la importancia del festival e hizo posible que el programa “El jazz bajo la manga”, que conduce Luis Barria, hiciera una marcación diaria de lo que estaba sucediendo. Radio Universidad Veracruzana transmitió en vivo casi todos los eventos del festival.

También la radio nacional e internacional hizo acto de presencia. En Radio UV estableció cabeza de playa el conductor del programa El sexto continente, Óscar Javier Martínez, que se transmite en la ciudad de Oaxaca y que este lunes inició un ciclo de programas dedicados al festival Jazzuv que pueden escucharse por internet. También lo hicieron una radiodifusora de Puebla y otra más de Santiago de Chile. Los medios locales fueron, también, receptivos al festival.

Además, vinieron especialistas de la prensa internacional, enviados de la revista electrónica All about jazz y de la Downbeat Magazine. Ya veremos sus impresiones.

Lo único que faltó es que este evento de carácter internacional, al menos tuviera resonancia nacional. Ya será para la otra…

Fotos:

1. Mc Coy Tyner (Foto: Claudina de Gyves)
2. Édgar Dorantes, Emiliano Coronel, Ray Drummond, Grace Kelly, Nil Felder y Jason Palmer (Foto: Claudina de Gyves)
3. Concierto en Paseo de Los Lagos (Foto: UV)
4. Grace Kelly (Foto: UV)
5. Clausura en la Casa del Lago (Foto: UV)

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